Hace poco empecé a ver cuervos. Comencé a verlos poco después de que Anita apareciera así, de repente, en mi telescopio.
A veces quisiera ser como ella. Con su cabello cafecito que brilla con el Sol y le tapa las pecas de los hombros. Viviendo afuera, con el viento que le hace volar el cabello.
La empecé a ver cuando ella regresaba del kinder, saltando, con una estrellita en la frente. Ojalá yo pudiera saltar.
Su casa tiene un jardín que se ve a través de su reja. La he visto jugar con la tierra, sacando los gusanos y enredándolos en alguna varita. Cazando insectos para meterlos en frasquitos de vidrio. Me imagino que sólo a sus favoritos los mete en las bolsas de su ropa.
En mi cumpleaños, cuando cumplí 10, mis papás me regalaron el telescopio para ver las estrellas desde mi silla de ruedas. No sé si hasta los planetas. Pero yo prefiero ver a Anita. No me gusta tanto ver a los cuervos, me gusta más lo que siento cuando los veo. Quisiera poder volar como ellos. Deslizarme desde lo alto y caer en las manos de Anita.
A ella la alcanzo a ver muy bien desde el telescopio. Su piel se ve lisita, como cuando te acabas de echar crema. Tiene una carita redonda y unas manos chiquitas. Su voz también ha de ser chiquita porque desde aquí yo casi no la puedo oír.
En cambio, a sus vecinos de al lado, si los llego a escuchar a lo lejos, sus voces se confunden con las de los cuervos.
Anita tiene un amigo. Es su vecino de al lado. Les gusta mucho estar juntos, hacer pajaritos y flores de papel y collares con ellos. Se ríen. Se ponen a copiar a los cuervos. Iluminan.
Están en el jardín de él, que es igualito al de ella. Sus casas son como gemelas. Él fuma desde una silla de playa donde descansa y la ve. Él cierra los ojos, cada que saca el humo, para que no se le meta a los ojos. Cuando termina de fumar, se levanta de su silla y ve de cerca a Anita. Se agacha hasta hacerse del tamaño de ella y señala cada una de sus pecas, como contándolas. Anita siente cosquillas cada que él se le acerca tanto, con su barba. Ella se ríe y le acaricia la barba con sus 2 manitas. ¿Qué se sentirá que alguien te acaricie así?

Creo que a él todas lo quieren. Tiene una novia muy bonita que lo besa todas las mañanas cuando él saca su coche del patio y se lo pone en la banqueta para que ella se vaya. También, muy seguido, la mamá de Anita lo visita después de haberla llevado a la escuela. Él la besa igual que como besa a su novia y, a ellas 3, las ve de la misma manera. Sus ojos las recorren de pies a cabeza. Con ellas ríe, ellas lo abrazan y también ríen con él. Parece que todos se quieren mucho pero nunca están todos juntos, al mismo tiempo.
Anita y su vecino siguen en el jardín. Después de acariciarle la barba, ella se quita su collar de figuritas de papel para ponérselo a él en el cuello. Él se levanta sonriendo.
Los 2 se detienen para ver a un cuervo, uno grande, que se desliza en el aire desde lo alto. Ella lo toca. El ave se esconde debajo de su vestido.
A veces, más que ser como Anita, me gustaría ser como su vecino.
Gabriela Pérez

